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El estilo "puro"

Llegó una vez a nuestros oídos que una persona del público había dicho que no teníamos un estilo "puro". A primera vista, era cierto: habíamos contado un cuento a dos voces, intercalándonos, en un momento habíamos bailado, habíamos interpretado a un personaje y una escena...


En una contada en La casa encendida

En poco nos parecíamos a la imagen arquetípica de un contador en un escenario, vestido o de negro o con un gorro estrafalario, parco en gestos y capaz de poner los ojos en blanco llegado el clímax.

Sin embargo, hay dos cosas que se deben saber:

Uno. Ese arquetipo imaginario es una construcción artificial, o al menos no es más "pura" que otras. Conocemos bien a los narradores orales porque llevamos muchos años investigando sobre el folclore desde nuestra profesión académica en la Universidad. Hemos dedicado horas a escuchar en vivo o en grabación a señores y señoras (viejos y viejas, jóvenes y niños) contar cuentos, cada uno con su estilo, y sin parecerse en casi nada a la narración escénica. Tanto se separa de nuestros abuelos contadores hispánicos un baile intercalado como el gesto artificioso del "narrador escénico puro".

Y dos. Lo de la pureza es una bobada. ¡Ay, tanto nos recuerda la pureza de estilo a la pureza de sangre o a la pureza de la mujer, que solo mentarlo nos da repelús! Tal vez va siendo hora de reivindicar un estilo impuro, acaso sucio del barro y el polvo de los caminos y pueblos, acaso sucio también de la contaminación de las ciudades... pero vivo, no enformolado.

Creemos imprescindible conocer la tradición, o mejor dicho, las tradiciones, con toda su variabilidad. Y necesario también darle al cuento lo que el cuento pida. No es "fusión", sino la misma constatación de que los géneros orales siempre han llevado a gala ser "impuros".

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